FAMILIA Y REDES SOCIALES

Cierto es, que caminamos bajo el auge de la era tecnológica: disponemos de la información que queremos en poco tiempo, hablamos con quienes se encuentran en la otra punta del charco, consumimos sin necesidad de ir a tiendas físicas y compartimos con el resto del mundo la parte de nuestra vida que consideremos oportuna.

No obstante, toda moneda tiene dos caras. La huella digital es fácil de marcar, ese compartir nuestra vida puede convertirse en una sobreexposición que limita nuestra intimidad y, tu día a día se acaba convirtiendo en un show de Truman donde miles de personas desconocidas observan cada paso que das. 

Un ejemplo claro de este fenómeno es la sobrexposición de las familias en internet, especialmente en redes sociales como Instagram o Youtube. Son cada vez más las personas que deciden comparten en estas plataformas vídeos, fotos, etc. de sus hijos con el argumento de almacenar recuerdos para un futuro, y, además de eso, el hecho de querer compartirlos con su círculo social. 

No obstante ¿Dónde están los límites? ¿En que punto se cruza esa fina línea roja entre compartir y romper la privacidad? Hay que tener en cuenta que, en algún momento, esos menores crecerán y, esa huella digital puede acarrear consecuencias negativas como, la sensación de que, te conocen y, que, eres el centro de todas las miradas, como si las paredes de ese espacio personal fueran cristales donde el resto se asoma y ve lo que haces, como lo haces y cuando lo haces. 

Otro aspecto relevante a tener en cuenta es la idealización de la familia. Es decir, las redes sociales brindan la capacidad de hacer ver que todo es perfecto, que lo que se ve es real. A esto se le añade que, uno de los grandes problemas que acarrean ese canon de vida perfecta es compararse con otros hasta el punto de considerar nuestra vida menos válida y más vacía. 

En el caso de esas cuentas familiares cada vez más numerosas, se puede dar ese mismo efecto comparativo, donde las personas más jóvenes toman como referencia el estilo de vida de esas familias que muestran su día a día a través de internet, cayendo en el mito de la familia perfecta donde nunca se dan conflictos y las crisis propias de un núcleo familiar no existen, cuando la realidad es que, se muestra la cara donde todo sale bien y se ocultan las grietas familiares que existen en todos los núcleos. 

Y me pregunto ¿Hasta dónde estamos llegando? ¿Nos compensa dar esa imagen idílica donde nunca van las cosas mal con tal de aparentar o seis ‘’me gusta’’? Tal vez, sea momento de obviar esos ideales que nos venden y empezar a indagar nuestro propio bienestar


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