La cuestión que se va a tratar en este espacio el día de hoy es una problemática de las más presentes entre les jóvenes y, en general, en la sociedad, sin embargo, es una de las más invisibilizadas; de ahí nuestro interés por abordarla. Se trata de la sexualización o hipersexualización del cuerpo femenino en las redes sociales. Si bien no responde a un riesgo como tal que se puede encontrar en Internet como es el sexting (¿CÓMO PREVENIR PRÁCTICASDE SEXTING DE RIESGO EN ADOLESCENTES?) o el grooming, las redes sociales se han convertido en un espacio que promueve conductas nada beneficiosas para la salud mental y física de las personas, en especial, de jóvenes y adolescentes.
Lo primero que es importante destacar es que el machismo es
estructural y sistémico, por lo cual va a influir en todos los contextos y
aspectos de la vida de las personas. Hay múltiples formas y espacios en las que
se expresa: violencia física, psicológica, social, económica, sexual, vicaria y
ambiental. Entendemos, por tanto, que Internet es un medio más para la
expresión de esta violencia simbólica y estructural contra las mujeres, y
debido a la alta capacidad de difusión que posee es fundamental abordarla.
Para una mejor contextualización y entendimiento de la
hipersexualización de las mujeres, se realizará un acercamiento a este fenómeno
social histórico a partir del texto de Rosa Cobo Bedia (2015).
La revolución sexual y el feminismo radical
En los años sesenta se inicia la revolución sexual como forma
de revindicar el deseo de vivir la sexualidad con libertad. De esta manera, la
revolución sexual, el movimiento hippy y la revolución de mayo del 68 contribuyen
a crear un atmosfera contracultural. Sin embargo, las criticas dentro de este
movimiento no quedaron exentas de una mirada patriarcal: mientras los hombres
tenían libertad plena para vivir su sexualidad fuera del matrimonio, las
mujeres se convierten en seres sexuales no para sí mismas, sino para los
hombres.
Fueron las feministas radicales quienes se encargaron de
evidenciar y criticar esta concepción patriarcal dentro de la revolución, por
lo que centraron su análisis crítico en cuestiones relacionadas con la
sexualidad: la familia patriarcal se entiende como un espacio en el que se dan
relaciones de poder, desigualdad y violencia;
la familia se entiende como una institución heteropatriarcal, así como
la heterosexualidad una institución para garantizar esto; y la prostitución no
es una manifestación de la libertad sexual, sino una práctica de explotación y
violencia para las mujeres.
La autora compara esta situación con la actualidad, puesto
que la exaltación de la sexualidad en la actual sociedad capitalista desarrolla
un hilo presente en la cosmovisión patriarcal de aquel entonces; entendiendo a
las mujeres para el uso sexual de los varones. También destaca que el proceso
de la hipersexualización de las mujeres no empieza en los años sesenta. Ya en el
siglo XVIII, período de la Ilustración, los hombres eran definidos como sujetos
racionales y las mujeres como seres sentimentales y reproductivos.
Reacción patriarcal: las mujeres, de sujeto a objetos
Tras el éxito del feminismo radical en E.E.U.U, llegó una
dura campaña antifeminista en los ochenta. Coinciden el auge del discurso
contra las mujeres, la caída del muro de Berlín y las políticas económicas
neoliberales en E.E.U.U e Inglaterra; con unas graves consecuencias para las
mujeres.
Esta reacción tenía como rasgo principal enmascarar los
intereses patriarcales promoviendo la idea de que las mujeres deseaban la
vuelta a su papel sexual de antes, tras tanto desorden sexual. Para ello, se
centraron en las instancias de socialización, por ejemplo, alimentaron el mito
de la infelicidad de la mujer emancipada en comparación de la mujer feliz en la
familia tradicional de después de la II Guerra Mundial. Los medios de comunicación
se encargarían de difundir esta idea. De esta manera, se va articulando un
discurso antifeminista que pone la mira en un nuevo modelo de contrato social,
articulado en torno al regreso de las mujeres a la domesticidad y cuidados.
Implica el restablecimiento de la visión de las mujeres como objeto; mientras
que las feministas radicales propondrán que las mujeres pueden ejercer de
sujeto y no necesitan construir su identidad sobre el matrimonio, sexualidad y
maternidad.
Ahora, este discurso también apela a la sexualidad femenina del
contexto de la revolución sexual, en el que se entendía a la mujer como un ser
sexual para el hombre. Añaden elementos de sexualización, basados en satisfacer
los deseos sexuales masculinos: la mujer deberá ser hogareña, pero también
sexualmente atractiva para el hombre. Hay una ampliación de esa sobrecarga de
sexualidad.
Sobrecarga de sexualidad para las mujeres
Rosa recalca que los fenómenos sociales se consolidan y
reproducen históricamente siempre que estén anclados en estructuras simbólicas
y materiales de la sociedad. Así, el sistema social, tanto imaginario como
entramados sociales, está organizado para que el modelo hegemónico de feminidad
-centrado en la sexualización de las mujeres- pueda reproducirse socialmente.
Se proponen dos modelos normativos, uno entorno a la familia
heteropatriarcal y la maternidad y otro reducido a la disposición de la mujer mediante
la prostitución. Ambos se centran en la erotización del cuerpo de las mujeres.
En nuestro contexto, ha ganado relevancia la idea de que las
mujeres deben ser valoradas por su atractivo sexual, por lo que se ha
convertido en parte del nuevo modelo normativo. El cuerpo de las mujeres
expresa la narrativa patriarcal sobre la sexualidad femenina. Esta visión se
pone de manifestó en la exaltación del cuerpo, la pornografía y la
prostitución.
Economía política del cuerpo de las mujeres
El cuerpo es el soporte de la desigualdad y el lugar de
opresión y subordinación. El dominio patriarcal busca disciplinar los cuerpos
de la mujeres para la reproducción y disponibilidad sexual de los hombres. Para
perpetuar esto, se han puesto en marcha una gran variedad de dispositivos: canon
de belleza, moda, industria de cirugía plástica, nuevas tecnologías reproductivas,
pornografía, prostitución, etc.
Se destaca otro factor, además de la dominación masculina, el
nuevo capitalismo neoliberal. Se ha mercantilizado el cuerpo y la sexualidad de
las mujeres y niñas. La pornografía, la prostitución y los vientres de alquiler
son ejemplos de la combinación de ambas.
Conociendo el contexto de la sexualización del cuerpo femenino,
entendemos que esta no es una mera elección personal, sino, más bien, algo estructural.
Como hemos venido diciendo, las redes sociales y, sobre todo, Instagram son un
espacio más para la perpetuación de este modelo normativo basado en la reproducción,
disponibilidad sexual y mercantilización del cuerpo de mujeres y niñas. Lo que
se ve agravado por la inmediatez y difusión que caracteriza a las redes
sociales. En este sentido, es importante ser conscientes de los riesgos o
consecuencias de esta hipersexualización, en especial, porque las niñas se han
convertido en nuevo objetivo de esta. Algunos riesgos son:
- Trastornos alimenticios. La imposición de unos cánones de belleza tan exigentes y centrados en la delgadez (fomentado en las redes sociales) llevan a las personas a centrarse de forma continua en su cuerpo; promoviendo el desarrollo de posibles trastornos alimenticios como pueden ser la anorexia o la bulimia.
- Problemas de salud mental. El deber cumplir unos estándares estrictos lleva a la frustración, al desgaste emocional o al malestar general, ya que la realidad parte de una diversidad de cuerpos que no cumplen con esa imagen idealizada.
- Baja autoestima y autoconcepto. Se busca amoldarse a una imagen basada en la belleza y delgadez del cuerpo que no es real, por lo que surgen las inseguridades y los complejos. Se busca reconocimiento y valoración para “sentirse mejor”. La baja autoestima afecta al desarrollo físico, psicológico y social de la persona.
- Superficialidad. Se trata de centrar todo en lo físico, en la apariencia. Los medios de comunicación, las redes sociales e Internet se encargan de recalcar esta idea.
- Disociación cuerpo y mente. La idea de que una persona puede hacer lo que quiera con su cuerpo como motivo de hipersexualización o mercantilización de este, tiene como trasfondo la separación de cuerpo y mente. Así, la hipersexualización en redes o el auge de plataformas con OnlyFans abren el debate en torno a esta cuestión: ¿estoy haciendo esto por mi propia elección?
En definitiva, es importante centrar nuestra atención a las
redes sociales porque presentan unas características que las convierten en
espacios que promueven unas conductas y actitudes perjudiciales para la salud,
como en este caso, la sexualización del cuerpo femenino. Asimismo, es necesario
prestar atención al trasfondo de esta problemática, lo cual nos orientará en
nuestras actuaciones. Debemos darle un enfoque transversal tanto a nuestras actuaciones
como a nuestras creencias.
Referencias bibliográficas:
Cobo, R. (2015). El cuerpo de las mujeres y la sobrecarga de
la sexualidad. Investigaciones Feministas, 6, 7-19. 7. http://dx.doi.org/10.5209/rev_INFE.2015.v6.51376
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